En los últimos tiempos venimos oyendo y leyendo sobre
la importancia de la internacionalización de las empresas.
El principal argumento esgrimido suele ser siempre el
mismo: el alarmante decrecimiento del consumo a nivel nacional nos obliga a los
empresarios que todavía no hemos cerrado, a mirar al exterior. La frase es
“exportaciones como fuente de crecimiento”. Pero la realidad de una inmensa
mayoría de PYMES no es tanto de crecimiento, sino más bien de supervivencia. Y
si no, echaremos la persiana, como hicieron casi 8.000 empresas españolas en
2012.
Es cierto que aquellos que empezaron su
internacionalización sin la urgencia de los números rojos y con fondos para
acometer planes con garantías, están mejor colocados. Pero las perspectivas,
nada halagüeñas a corto plazo, nos hacen pensar que en todo caso debemos
avanzar.
El gobierno nos empieza a hablar de datos
macroeconómicos que invitan al optimismo, a la recuperación. Pero los despachos
institucionales a veces están demasiado lejos de los polígonos industriales, y
esa brisa fresca tardará bastante en llegar a la playa de las PYMES. Y mientras
tanto, nos morimos de calor. Por eso hay que mirar hacia delante.
La reciente Ley de Emprendedores española que se ha
puesto en marcha debe servir de estímulo y apoyo a la internacionalización.
Aunque bien es cierto que esta y alguna otra ayuda –planes del ICEX, CDTI- no
ocultan que en España las PYMES recibieron tan sólo el 2% del total de las
ayudas estatales, según informa la Comisión Europea. Este porcentaje contrasta
con la auténtica importancia de la PYME en España. Conforman el 99% del tejido
empresarial español, y aglutinan al 75% del total de trabajadores. Uno podría
pensar que la escasa magnitud de las ayudas no se corresponde con el peso de
las PYMES.
Pero una empresa no debe acometer su
internacionalización basándose en las ayudas que pueda obtener. Tiene que
hacerlo con sus posibilidades, recursos y financiación que tiene o pueda
obtener. Las ayudas públicas deben tomarse como lo que son: ayudas, estímulo.
El motor ha de ser siempre el empresario. Porque cuando esa ayuda termine o
desaparezca, tu plan de exportación no puede irse por el mismo sumidero.
Vaya al saco público otro dato interesante: En la
Unión Europea las administraciones pagan a 29 días de media. En España a 80. Aunque
recientemente España ha destinado una importante cantidad para saldar las
deudas que las administraciones públicas mantienen con sus proveedores, estos
impagos son de todo punto inadmisibles y más vale solventarlos tarde que nunca,
porque más que ayudas a veces se diría que recibimos palos en las ruedas.
En nuestra Navarra me consta que se están haciendo
grandes esfuerzos para, con unos fondos muy menguados en comparación a aquellos
días de bonanza, apoyar y estimular la internacionalización mediante ayudas a
la contratación o subvenciones a la internacionalización agrupada, ambas
medidas de reciente resolución. Confirmo que este estímulo está sirviendo para
que algunas empresas navarras ya estén exportando y debemos animar por tanto al
gobierno de Navarra a seguir por ese camino.
Cruzando unos datos con otros, a la Administración
Pública le debemos pedir que mejore y optimice los recursos dedicados a la
internacionalización de las PYMES y que persevere en la solución de esas lacras
antes comentadas.
Y para los empresarios, si me permitís un símil ahora
que tantos toros y vaquillas empiezan a correr por toda Navarra: si estás en
mitad de la calle, para que no te pille el toro hay que empezar a correr, no
puedes quedarte parado.
NOTA: Esta entrada ha sido publicada como artículo de opinión el 08 de Julio de 2014 en DIARIO DE NAVARRA.
NOTA: Esta entrada ha sido publicada como artículo de opinión el 08 de Julio de 2014 en DIARIO DE NAVARRA.
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